“Morir es bello” proclamas haitiano
en ese himno diciendo patria.
Qué patria te preguntas.
¿A qué “dios de los valientes”
has cantado con la mano en el pecho?
hoy corazón desecho…
Miras a un cielo cerrado,
no de nubes, no de agua, no de mieles,
para ver el polvo gris del infierno,
los rojos escombros de hiel
tras el temblor de la naturaleza.
¿Quién ha mandado el desastre?
te has preguntado cuando ya nada se mueve,
cuando enojada se asfixia tu palabra…
Has pasado los días deambulando entre escombros,
pisando charcos de sangre coagulada,
“morir es bello” proclamabas
¿“a qué dios de los valientes”?
Han bastado unos días para bajar la mirada,
para no creer ya en nada,
para no cantar al viento
hoy brisa putrefacta,
para acariciar al niño que, en la calle,
abre unos ojos blancos ya sin lágrimas…
Hoy empieza tu trabajo, haitiano,
y el mío,
el de un piel blanca que te siente hermano,
y el vuestro,
que sentados en el foro
podéis mover al pueblo haitiano
haciendo reflexión por tanto deudo abandonado.
Poner un ladrillo, asir una viga,
acariciar en vuestra casa a un niño
al que ha desaparecido de sus mayores la mano.
¿Por qué dios -si existes- fabricas el mal
y dejas tanto hijo abandonado?
Jesús Arroyo
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