viernes, 18 de enero de 2008

ME LLAMO MARCELI


¿Envidiosa? Diosa diría yo…


Cuando una llega a esta edad y ve que hasta hace dos días llamaba la atención por la calle y ahora no tanto… hay que pensar en la renovación. He sido y soy, aunque cada día me miren menos, una diosa escultural. De jovencita, algunas mentes indecentes de mi familia cercana, me tachaban de caballito percherón porque rompía faldas dando zancadas o porque me cortaba el pelo como los chicos y además me los pintaba de colores. Era la moda de los ochenta, faldas estrechas bajo la rodilla o extremas minifaldas sobre leotardos de rayas, ojos pintados de gris oscuro, labios negros o morados, cadenas en las caderas, collares de perro como gargantillas y la falta voluntaria de ropa interior. Palabras malsonantes e insultos constantes ocupaban mi lenguaje. Me apunté a aquello del movimiento punk aunque he de reconocer que un poco descafeinado.

Mi hermana, estudiaba turismo y trabajaba en una agencia de publicidad. Su estilo vistiendo, sus finas maneras y ese maquillaje discreto acompañado de su natural melena rubia y ojos verdes, hacían que esos familiares cercanos me la pusieran siempre como ejemplo del buen hacer. Entonces me prometí dos cosas. Una de ellas adelgazar hasta convertirme en la escultura que soy y la otra vestir mejor que mi hermana. Conseguí lo primero, aunque pasé un año en una clínica psiquiatrita. Sobre lo segundo, hay opiniones para todo desde el momento que para gustos hay colores, pero puedo decir que mejor que yo no viste nadie. Hoy mi hermana se ha apuntado a la moda cómoda. Vaqueros y camisetas para los fines de semana y en las jornadas laborables sigue con sus sastre o con la fidelidad a Verino. En algunas ocasiones, la he quitado alguna falda pero tiene más caderas que yo y me quedan grandes. Está claro que las prendas que he robado de su armario no se las he devuelto… ¡qué se joda! porque si es difícil hacerlas desaparecer, mas dificultad tiene volver a colocarlas en su sitio. A veces me ha preguntado si algo sabía sobre una mini o una camisa…

Me tachan de loca porque en mi conversación el ejemplo soy yo, solo yo. Si alguno de mis hermanos hablan de los estudios de sus hijas, tengo mil razones para ponerme de ejemplo porque aún no he terminado de estudiar, no terminaré nunca porque los dejo cuando quiero y cuando quiero los cojo nuevamente. Me hacía gracia mi hermano pequeño cuando, lleno de orgullo, decía que su niñita comienza a hablar en inglés. Ya me contaréis… si aún no tiene cuatro años… Le dije que para inglés el que se estudia en mi escuela… yo tengo profesores nativos. Mi cuñado, el facha, dice que a mi edad, debería saber el mismo inglés que la reina Isabel. No le contesté porque a palabras necias oídos sordos, mira que creer que nuestra reina Isabel conocía el idioma del mundo… si en aquellos años la corte española no aprendía idiomas, ¡qué tonto es!

Pero volvamos a mi estilo de diosa.

La que si me da un poco de envidia es la hija de mi hermana. Ha comenzado a trabajar en comercio y ¡otra! que va de punta en blanco. Como tía mayor, no puedo consentir que comience a tener mas estilo que yo, por eso, intento ser su asesora de imagen, aunque ya no se deja. Su padre, estoy segura, malmete contra mi y eso, a la nena, le influye negativamente. Hace unos días, con esto de las fiestas navideñas, me la llevé de compras por el centro. Recorrimos la Gran Vía terminando en Serrano. La tonta me decía que su presupuesto no daba para comprarse un bolso en Loewe o lencería en Lingerie, que prefería ir a Zara y ahorrarse un dinero. ¡Fijaros! compró todo en esa tienda y la jodía va de puta madre… ¡no me lo explico!

El caso es que, cuando llegamos a mi casa, intenté probarme los trapos que se había comprado, esas baratijas de las cuales dice que le vestirán durante un tiempo. Pero la niñita no me dio esa oportunidad porque se excusó diciéndome que tenía prisa por llegar a casa. Si la aburro… no lo entiendo… porque mis criterios sobre moda son fabulosos. Tengo la edad que tengo y me preguntan si soy hija de Roque. Estoy segura que no lo preguntan por quedar bien, sino porque mi maridito si tiene los años que tiene… La verdad es que, si mi sobrina y yo nos ponemos delante de un espejo, ella está más estropeada.

Me molestó mucho que no me diera la oportunidad de probarme la ropa, claro que… ya vendrá otra.

Al día siguiente, llamé por teléfono a casa de mi hermana para invitarme a tomar un café. Les compré un roscón. Mi cuñado está a dieta por tener el colesterol por las nubes, pero que se joda porque yo no le obligo a comer nada, aunque si le obligaría a comer algo que yo se… Llegué a su casa, mi sobrina no estaba, había salido a comprar una sombra de ojos y un pintalabios para darse brocha en la cena de su empresa. Las niñitas recién salidas de la adolescencia, como es ella, están deseosas de ir a estos saraos… si supiera que a lo único que terminará acudiendo será para encontrar a un gilipollas que la mantenga… El caso es que, mientras mi querida hermana preparaba el café, entré en el vestidor de la nena y comencé a sacar la ropa que habíamos comprado. El pantalón pitillo me quedaba perfecto, tal vez un poco amplio pero de largo… ideal. Las camisetas, todas ajustaditas y eso que ella pesa más que yo. Lo mejor, los tanga. Ahora que están nuevos es cuando me los puedo poner… Verme el culito con una línea de color es de lo más sensual por no decir sexual. El verde me lo llevaré puesto. Si se da cuenta de su falta, con decirle que se lo habrá dejado en la tienda…

Llegó el facha de mi cuñado, me dio dos besos, al cabrón le gusta besarme, me vio la ropa pero se debió creer que era mía porque no me dijo nada, ni siquiera un “que bien te queda”. Sonó el portero automático, era mi sobrina. Me había pillado con toda la ropa puesta. Me miró, puso mala cara, su padre le preguntó que pasaba y ella se encogió de hombros… Salió mi hermana de la cocina, la chivata le comentó que tenía su ropa puesta. Me dijo que tuviera un poco mas de picardía y me la quitara. No pueden verme luciendo lo que puedo lucir, son unos envidiosos…

Me cambié de ropa, mi cuñado me miró como miran los toros bravos cuando salen a la plaza, no dijo nada, solo me miró. Nos tomamos el café mientras la niñita entró al cuarto de baño con la bolsa de la perfumería. Me di cuenta que al salir no llevaba el paquete del maquillaje. Se sentó a comerse un trozo de roscón. Para eso sí me quieren, para el gorroneo y tragar gratis. Si supieran que el roscón es de masa congelada… Mientras se ponían las botas con el roscón, yo entré al baño. Me di brocha con lo que mi sobrina había comprado. La verdad es que no era de marca decente pero la sombra gris y el pintalabios rojo suave me queda estupendamente. Habrá que ver a la niña…

Lo que pasó al salir, no lo contaré porque no entiendo los berrinches que la mocosa se agarra por estas cosas. Cuando comprenda que la estupenda es su tía…

= = =


Chechu Arroyo
copyright Chechu Arroyo ©

3 comentarios:

Mª Rosa Rodríguez Palomar dijo...

¡Ay! qué mala es la edad, mejor dicho, qué malo es no aceptarla. Siempre habrá alguien mejor que uno, a los 20, a los 30 y a los 40, así que es tontería empeñarse en la empresa de "ser diosas", cuando precisamente con el tiempo, lo bueno, es volverse más "humanas".

Un abrazo, Chechu.

Merce dijo...

Pobre muchacha, ten tías para esto...

Jesús Arroyo dijo...

Shiki:
Así es esta mujer...

Merce:
Decidirá dejar de ir de compras con ella???