(...) En su mente, la imagen de madre tendiendo sábanas a la brisa del patio, tal vez aquellas sábanas que hoy cubrían los muebles de la sala. Padre, bajando la barrera para que el convoy de las cuatro no se detuviera y, tras ella, como de costumbre, sus compañeros de colegio vociferando.
Tomás volvió su cara hacia la derecha, una imagen borrosa, humana, se acercaba con paso quedo. Se puso en pie. La figura aparecía, desaparecía y volvía a aparecer en el mismo lugar donde le había visto la primera vez, siempre lejos y siempre acercándose. ¿Quién eres - pensó- imagen del demonio? No te conozco ¡acércate! pero su voz estaba en silencio, los nervios, la incertidumbre o aquella negra agonía, no le dejaban articular palabra.
Se metió en la casa y frente a la puerta, esperó a que alguien le hiciera compañía. Al cabo de unos minutos volvió a salir, la imagen humana ya no venía por las vías. Dio la vuelta a la vivienda, saltó los matorrales que la naturaleza y el tiempo habían hecho crecer. Nadie por aquel lado, solo el perro vagabundo se alejaba deprisa, como si huir fuera una salvación y en su boca, entreabierta, podía apreciarse algo parecido a una gallina (...)
Tomás volvió su cara hacia la derecha, una imagen borrosa, humana, se acercaba con paso quedo. Se puso en pie. La figura aparecía, desaparecía y volvía a aparecer en el mismo lugar donde le había visto la primera vez, siempre lejos y siempre acercándose. ¿Quién eres - pensó- imagen del demonio? No te conozco ¡acércate! pero su voz estaba en silencio, los nervios, la incertidumbre o aquella negra agonía, no le dejaban articular palabra.
Se metió en la casa y frente a la puerta, esperó a que alguien le hiciera compañía. Al cabo de unos minutos volvió a salir, la imagen humana ya no venía por las vías. Dio la vuelta a la vivienda, saltó los matorrales que la naturaleza y el tiempo habían hecho crecer. Nadie por aquel lado, solo el perro vagabundo se alejaba deprisa, como si huir fuera una salvación y en su boca, entreabierta, podía apreciarse algo parecido a una gallina (...)
Jesús Arroyo
copyright Jesús Arroyo ©
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10 comentarios:
Hola Jesús.Ese fragmento me hace pensar que a veces no sé el por qué, nuestra mente crea fantasmas puede que sacados del pasado. De cualquier forma, es muy atrayente.
Gracias por cuidarme el Tintero. :)
Un beso.
Inquietante.
Quizás alguna vez hemos visto o creido ver una imagen, desapareciendo después. Quizás más sabio el perro o mejor más intuitivo a esa imagen, emprende la huida...
Bonito, aunque me recorra un escalofrío:)
Besazos.
Veo que la narrativa tanto como la poesía no tienen secretos para tí, es más, nos descubres un poco de ese secreto para dejarlo escondido bajo el lienzo del misterio, y nos llama a querer más y más...
Un abrazo
Jesús: Pero no nos dejes así...¿Y después qué pasó? Termina, por favor...
Bonita narración, espero el segundo capítulo.
Un abrazo.
Malena:
Y que no nos falten esos fantasmas...
Gracias a tí por estar aquí.
Besos.
Lucía:
¿Escalofrio? No, no. Cuando pueda, pondré el relato entero y verás como de escalofrios nada de nada. Ocurre que hasta octubre no podré poner más. "El anciano de humo" se ha presentado a un concurso.
Besos mil.
Shikilla:
¿Qué no tienen secretos? Todos, tengo todas las dudas que puedan existir. Pero es cuestión de ir aprendiendo ¿no?
Besazos.
Terly:
Te digo lo mismo que a Lucía, lo contaré en otoño ¿vale? Es lo que tiene esto de los concursos.
Un beso.
Pues esperaremos que llegue el otoño y con esta estación más de este fragmento...y por supuesto que tengas SUERTE en el concurso.Me ha gustado su misterio.
un abrazo
Sara:
Esperemos no desesperarnos. Ya sabes que el que espera...
Un beso y gracias. Ya os contaré.
Me ha encantado el relato, Chechu.
Aunque me he quedado con ganas de más, creo que el fantasma es alguien tierno que no da miedo.
A ver si lo pones completo.
Besos.
Tesa:
Hasta es posible, aunque, tal vez...
Besos.
Esperaré. ¡¡Mucha suerte en ese concurso!!!
besazos.
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