Su sobrina lloraba mientras todos consentían y ella... gozaba. ¿Ahora?
Tenía la Lirios sobrinos a los que querer y mimar. Tantos
como cuatro o cinco; pero allá por la última década del siglo pasado, nació la
que, durante toda la vida, sería y será su ahijada. Lo del amadrinamiento de la
criaturita fue pura casualidad, aunque casualidad, lo que se dice casualidad…
diríamos que fue por descarte y alguna negativa de otras mujeres de la familia.
Claro, si se iba a bautizar a la nena, había que buscar "madrina vitalicia", ya se sabe que bicho malo nunca muere.
Pues bien, el agua bendita resbaló cual cascada otoñal por la pelona cabecita de la bebé y se fue haciendo mayor… Esta cosa que tienen los niños criados por los abuelos, que cuando los padres se quieren dar cuenta, los niños calzan un treinta y ocho. Se fue convirtiendo la sobrinita en una niña grande, de talla grande quiero decir, con todo lo cruel que esto resulta entre los compañeritos de cole y que maestras y monjas, en este caso, prefieren no corregir. Tanto gasto en psicólogo… Nuestra pequeña vestía talla de doce años cuando tenía ocho y talla de veinte con doce. La Lirios, por entonces (por… entonces), reflejaba su escualidez por todos los escaparates de la milla de oro, los interiores por cuestión cartera no los conocía… y debido a aquel tormento ocurrían cosas como esta:
Una tarde de sábado se celebraba, en casa de la sobrinita,
su doce cumpleaños. Los familiares y amigos fueron llegando con regalos entre
sus manos, algún juego y, afortunadamente para los papás, mucha ropa. Al
terminar los soplidos a la tarta de chocolate, la niña comenzó a abrir todos
sus regalos. Pantalones, rebequitas, un abrigo… fueron amontonándose en un
sillón de aquel salón para posterior pase de modelos.
Terminada la tarta, la Lirios, tan dispuesta como nunca,
comentó “ayudaré a llevar los regalos al
dormitorio y así que la pequeña salga con sus modelitos puestos”. Los
asistentes al cumpleaños charlaban amistosamente entre cafés y las primeras
copas cuando les extrañó el silencio reinante en el dormitorio. A los pocos
minutos la Lirios, uno setenta y ocho de escuerzo, salía vistiendo la ropa de
la nena con una pregunta lapidaria para la criatura “¿a que me queda mejor a mí que a ella?”.
Nunca quiso saber la Lirios el constante daño que le hizo a
su ahijada… Consciente era.
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Jesús Arroyo ©
2 comentarios:
FELIZ 2013.
Comenzamos año, Lirios y... pegas en el blog. ¿Alguno sabéis como introducir fotos en las entradas? Hasta ahora no había tenido problemas para su realización, peroahora no me deja. ¿Ha cambiado algo?
Pues menudo "elemento", la lirio esa...Seguro que arrastra un trauma desde su propia adolescencia, y si por entonces su talla era similar al tamaño de, por ejemplo un Luis Aguilé cualquiera, y no me refiero a la simpatía del cantante, sino a su tamaño y silueta, ¡pobre ignorante!
no lo superará nunca.
Pero la madre de la pobre niña, debería de estar al loro para que su hija, tenga otras referencias en la vida.
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