CUARTEL SIN NOMBRE

Se terminó la brisa desde el cielo
mientras una cerveza helada
esperaba sobre la mesa ser consumida.
Terminaron tardes de soles,
mañanas de nieblas con el café
girando sobre mármoles.
Terminaron cojines rojos
donde apoyar mis posaderas
mientras, en la pared del fondo,
fotografías secas de un Madrid pasado
germinaban nostalgias pasajeras.
Se terminó la reunión inesperada
de risas, de coros superpuestos,
de gritos indefensos.
Terminaron finas camareras
pasando sus cuerpos con bandejas
al grito de ¡tráeme guapa!
sin un por favor educado.
¿Dónde, ahora, surgirán
calores dejando fríos?
No sonaran los platos de cocina,
ni cómicas comandas confundidas…

Me llevaron derrotas a sus sillas
o victorias en alas del abismo,
me llevó su hermana siendo esposa
para sacudir el polvo de mi estancia.
No puedo buscar el lugar que ocupe
el hoy que ya es ayer en mi memoria.
Desterrado quedo, sin café, sin churro,
sin sonrisa que dé giro al desayuno.
Qué ocupará, me pregunto, esta historia.
Ha sido mi derrota vuestra victoria
porque con la batalla se gana
el aposento del difunto
y muertos estamos los que allí,
colgados de sensaciones victoriosas,
nos faltó el cuartel sin nombre.

Decidme que habrá lugares de futuro,
decidme de reuniones sustanciosas,
decidme, sed sinceros, que rigores
terminaron por los tiempos venideros…
y aún así ¡qué más me da!
si enterrado queda el cuerpo
con el alma suspendida en sus rincones
¡eso sí! cubierta de dolor atormentado.
¿Quién diría, hace un lustro,
que lloraría con el cierre de sus puertas?
Terminó el cuartel sin nombre
con la lágrima salada de mi rostro.

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Jesús Arroyo
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