Como ustedes recordarán, la Lirios trabajó unos añitos en la
comercial de una multinacional. De la misma manera que dicha empresa invitaba a
cenar a su red comercial (con el dinero de su equipo humano, decía nuestra
protagonista) una vez al año, a todos aquellos que llegaban a cumplir los
objetivos, se les obsequiaba con un viaje de una semana a un lugar… exótico. Pues
bien, por aquellos años en los que el euro no se sabía lo que era, había
trabajadores que ganaban dos plazas al viaje y una de ellas la vendían al mejor
postor. ¿Precio? Por un mínimo importe de doscientas mil pesetas se podía
llegar a un acuerdo. Claro, de esta manera, el que vendía se pegaba el viaje
del siglo. Imagínense ustedes lo que una persona con veinticinco años (edad
media de la red comercial) podía hacer en un país singular, con todos los
gastos pagados (salvo caprichos y vicios) y con doscientas mil pesetas
“regaladas” en el bolsillo. Pero este no fue el caso de la Lirios. Nuestra
chica se fue al viaje porque a “su mecenas” dentro de la organización se le
ocurrió regalarle una de sus dos plazas y dejar a su esposa en la sala de
despedidas de Madrid-Barajas y con cara de “ya volverá”. Así que hizo las
maletas sin despojarse de una peseta. Por cierto, ya sabrán ustedes motivo del
término de “mecenas”; la Lirios siempre los ha tenido.
Recordaba la Lirios, ya con el avión sobrevolando tierras
invisibles, su próxima fecha importante. En diez días se nos casaba con el
hermano de Chemita, ¿recuerdan?
En aquel avión destino a Rio de Janeiro, le confesaba a “su
mecenas” (también parte política de su familia), su clara inseguridad, ya que
se preguntaba a si misma sin encontrarse en la respuesta, si sentía amor por su
prometido (entonces, a los novios de último año y empujón, se les denominaba de
esta manera). Vamos, que no sabía si se casaba enamorada de Fernando José o era
por aquello de ir cumpliendo primaveras y sobrepasar, con mucho, la media de
edad en boda de las mujeres de su familia. Veintisiete años tenía entonces
nuestra Lirios.
Pasaron los dos primeros días de Rio entre olas de
Copacabana, heladas caipirinhas y
miradas mulatas… y llegó la jornada de una cena de gala donde se premiaba a
“los primeros vendedores”. La tarde fue tranquila hasta que la Lirios le
preguntó a “su mecenas” si podía acompañarla a la habitación para ayudarla a
elegir el vestido que utilizaría para la cena. Mecenas (recordemos que la
familia política está para esos y otros menesteres) fue a la 654 y se encontró
con siete vestidos sobre la cama. Uno a uno fue probándoselos, haciendo su pase
de modelos y poniendo momos. El primero y el segundo se los puso en el cuarto
de baño, por aquello de las prudencias, el tercero en el mismo cuarto de baño,
pero con la puerta entornada, el quinto con la puerta de par en par y los dos
últimos en el centro de la habitación. Mecenas… bien. Tranquilo, porque estaba
acostumbrado a piscinas familiares donde la Lirios y los presentes, él incluido, se desnudaban
para entregarse a baños de luna. Tras el
último pase de modelos sobre la alfombra de la 654, la Lirios dijo que “no se
veía” con ninguno. Lo que le ocurría a la Lirios era que en la puerta del
hotel, algunos mulatos vendían vestidos de lentejuelas a económicos dolares.
Eso hizo; bajó a la puerta del hotel con albornoz corporativo (ya saben
ustedes, hotel de lujo) y se compró un pequeñísimo vestido negro de
lentejuelas.
Aquel vestido “escaso”
era lo más parecido al cuento de Hansel y Gretel. Cuando se lo probó,
algunas lentejuelas cayeron al suelo, cuando caminó hacia el comedor, podría
volver a la habitación fijándose en el rastro que esos pequeños plásticos
brillantes habían dejado en el pasillo… cuando se sentó, el vestido era un
trozo ancho de forro cubriéndole parte de su cuerpo. Terminada la cena, decidió
regresar a la habitación y cambiarse de vestido por uno de aquellos siete.
Tras la entrega de
premios y el baile, la Lirios invitó a “Mecenas” a tomar algo en la habitación.
“Tengo algo que contrate”, le dijo mientras guardaba el tabaco en la cartera.
Subieron y aquello fue una declaración de… amor decía ella, sexo decía él.
Aunque, ni una cosa ni otra, porque la Lirios se quedó no sabemos si calmando
sus energías a dedo tendido y… “Mecenas” decidió bajar al bar pensando en la
hermana de la Lirios… vamos, su esposa.
Lo que ocurrió de
regreso a Madrid, dos días antes de la boda, lo dejaremos para otro momento,
sabiendo que en ese capítulo pendiente, la Lirios ya estará casada como sus dos
santas madres mandaban…
copyright
Jesús Arroyo ©
6 comentarios:
Nueva entrega de la Lirios, lunes 21 y... recuerden, si no hay nueva entrega, me encontrarán en un barranco. :)
Eyyyyyyyyyyyy Poeta, que narración te has marcado, me tienes enganchada, venga siguiente entregaaaaaaaaaaaaaaaaa.
Abrazotedecisivo sin viaje exótico, sólo a través de la nieve jejejeje.
Joooo..r, no sé si voy a poder aguantar hasta el 21. Chechu ¡por dios!! no nos tengas así,en vilo...
No tengo palabras, creo que se me han quedado por Rio, jejeje.
¿Dos santas madres? Ozú. ¿?
Besazos mil chico guapo!
Jesús!: que el hormigón de los pilares que sostienen ciertos puentes, está relleno de carne de gente por mucho menos de lo que tú estás escribiendo...
Pero bueno, si te hacen un traje de cemento habrá sido por una buena causa.
Y, hablando de esto... Oye, a los amiguetes más cercanos no podrías adelantarnos algunos capítulos? Lo digo porque si nos faltaras un día de estos (Dios no lo permita), nos iba a entrar úlcera de estómago por el resquemor del "qué pasará".
De todas formas, como vamos viendo que la Lirios es más bien lentita, torpe y poco espabilada, seguro que tarda un tiempo en reaccionar.
Ah!, y estoy con C. Lucía: ¿eso de las DOS madres...?
Abrazo, artista.
No recuerdo estar enganchada a un "serial" desde los tiempos de Matilde, Perico y Periquín. Jeje, eran buena gente.
Pero la prota, debería llamarse la veneno, ya que de "flor y nata" tiene poquito.
Lucía, Manuel, con permiso, lo de las madres supongo que serán las respectivas de la parejita contrayente, que les inculcarían caminar con la cabeza bien alta por aquello del qué dirán... ¡Falsas apariencias infelices!
Espero próxima entrega con inquietud malsana.
Casto besote, machote.
Sara:
Esta Lirios tiene letra... para hacer entregas infinitas.
BEsazo.
C.Lucia:
Nada, nada, saca dos billetes y nos vamos a buscarlas. Bueno, tres, y que se venga Borja Mari.
Besos mil.
Manuel:
¿Qué pagas?
En cuanto a su reacción... es posible que se muera sin reaccionar, porque... mira que le cuesta.
Esther:
¡Jo! es verdad. Igual tengo que dejar de colgar las aventuras de la Lirios porque si se siente prota... ¡la jodimos! (con perdón). Ya sabes, niño en el bautizo, novia en la boda, muerta en el entierro...
Beso.
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