jueves, 28 de febrero de 2008

UNO DE MIS DÍAS


Este relato ya tiene un tiempecito, pero... no me apetecía escribir hoy. Además, es hora de hacer la comida... (la del puchero digo).



¿Para qué pondré el despertador si ya estoy despierto? y lo que es mas grave, el “llamamaneceres” de la mesita de noche, bueno… le tengo a un palmo, pero ¿el que pongo a tres metros y medio de la cama para levantarme y, de esta manera, no regresar a acostarme? ¿qué sentido tiene? Pues aún así, una vez que apago ese trasto a pilas me vuelvo para la cama, aunque solo me siento en ella para ponerme las gafas, bostezar y darle a mi chica (es así como se dice ahora ¿no? “mi chica”) dos azotitos sobre-colcha y a la altura de su culete, en señal de “ya es de día”. Hablando de gafas, ¿no os ha pasado en algunas ocasiones que vuestro dedo, ese que acostumbráis a utilizar para subiros las gafas, choca frontalmente contra el entrecejo porque no os las habéis puesto todavía?

¡Ridículo! del todo ridículo el comienzo del día., pero tantas costumbres inservibles tengo que debería hacer un “vacía y tira” en plan limpieza de armario para reciclarme. Por cierto, mi amigo Chema dice que “reciclarse o morir” ¿estaré muerto entonces?

Ahora toca cuarto de baño. No entiendo el motivo de llamarle así ¿por ser más finolis? Si a lo que vamos a esa primera hora es a un pis, ya que el “pos” no llega hasta después del primer café. Le podíamos denominar “pis-cina”, pis-tola”, “pis-cis” o “pis-plas” porque, en la acción meatoria no se tarda nada. Bueno… a primera hora sí se tarda ya que, aunque estés despierto desde hace dos horas, tal es el amodorramiento que, o te sientas y permaneces en esa posición entre cuatro y seis minutos (ya escurre bien, ya) o apoyas la mano inutilizable en la pared, justo encima de la cisterna y esperas los mismos minutos a que… se termine, mengüe o… no se, pero así hacemos. Ahora, en este momento, escucho una tenue voz “apaga la luuuuuuz, que ya voooooooooooy”. Es mi hija que, aunque nadie ha llamado, se da por enterada de que es hora de levantarse.

Y ¿el camino a la cocina para hacer ese cafetito apetecible y apetitoso? Tengo que preguntar a los arquitectos el motivo por el cual diseñan las viviendas con la cocina justo en el extremo contrario al dormitorio parejil ¿de matrimonio decís? ¿por qué? y ¿los que no sean matrimonio? Bueno, a lo que iba, esto ya llegará en otro capítulo. Las cocinas deberían estar junto al dormitorio parejil o principal, como el pis-plas, porque, de camino a la cafetera, te vas dejando ambos hombros en los cercos de las siete puertas que dejas atrás. Bien, tenéis razón, en los maravillosos pisitos de treinta metros cuadrados de la ministra, te dejas atrás tres puertas, pero los golpes te los das de la misma manera. Tardará en llegarte la artrosis cinco años más, pero los golpes están ahí.

Salgo, un día más, a cumplir con mis obligaciones diarias. Ahora que en Sanfer ya tenemos metro, me he dicho “agarra el metropolitano para acercarte al centro, espero que al ser línea nueva, no se respire eau de sobac”.

Efectivamente, lo que se respira es un frío de cojón de mico. Parece que están presumiendo del buen funcionamiento del aire acondicionado. Afortunadamente, el convoy llega rápido. Abro las puertas, paso, dentro del vagón no hay casi nadie. Una chica morena, con pinta de secretaria, otra joven vestida de dependienta de Zara y un jubilado que parece haber cogido el metro para su paseo matinal. Ocupo mi asiento, despliego el periódico y comienzo a hacerme ilusiones con la noticia del nuevo liderazgo del Real Madrid. Llego a la estación de Las Musas y el aire comienza a corromperse con perfume tachín-tachín. Imagino quien puede ponerse aromas tan penetrantes a esta hora de la mañana. Le descubro, es… mejor no lo digo, me acusarían de racista.

Empiezo con el ejercicio de cada mañana. Miro las distintas caras que hay en el transporte público. Afortunadamente Madrid ya es una ciudad de mil gestos, mil culturas, pero a estas horas, los caretos cambian poco unos de otros. Da lo mismo observar a un ciudadano rumano-madrileño que a otro chinito o que a un cortesano (no piensen mal, me refiero a, como yo, una persona de la Villa y Corte). Todos tenemos la misma cara de apalominados, de dormidos o de aburridos. Es gracioso ver las caras que pasan por las ventanillas del vagón cuando éste va frenando en la estación. Todos con la mirada al frente, como en la legión, pero sin ver nada. Entramos al vagón del mismo modo, nos chocamos con el brazo en alto del que se sujeta a la barra y ni pedimos perdón, ni nos llaman la atención por atentar contra el físico del compañero de viaje. Impasibles, como el ademán del himno de artillería. Llegamos a la estación final de trayecto, por cierto, no entiendo el motivo de denominarla así, si es la inicial para los que vuelven. Nos bajamos y chocamos de bruces contra la monjita que intenta entrar al mismo vagón sin esperar a que se quede vacío. A mi, me enseñó mi padre, a aplicar aquella frase que ya no existe en el metro “antes de entrar, dejen salir” y se aplica la acción sexual del hombre “primero entro que ya se saldrá”.

Me gusta llegar el primero a vestíbulo de la estación, simplemente para seguir viendo las caras y la forma de andar de los que ya han terminado su viaje de ida. Todos a un mismo paso, con cara inexpresiva, con los portafolios en la mano derecha, dando igual el peso que se lleve en ellos porque ninguno se mueve, parecen una prolongación del brazo. Eso sí, las únicas que hacen algo positivo, son algunas féminas, que aprovechan los últimos cuatro escalones para sacar el espejito, la brocha y darse los polvos mágicos. Bien, miento, los ejecutas metreros de turno, se colocan el nudo de la corbata.

La conclusión es siempre la misma, parecemos ovejitas que conocemos dónde está el corral y como tontas y tontos, obedecemos al pastor que es… la vida misma.


Chechu Arroyo
copyright Chechu Arroyo ©

2 comentarios:

Merce dijo...

¿hay algo más desagradable que levantarse por la mañana a ritmo de despertador?...

Conozco a una que ha puesto encima de su vater un cartel en el que dice..."prohibido apoyar la mano, estoy harta de limpiar huellas"

Hot Woman dijo...

Creo que a veces podemos rebelarnos.
Saludos